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RESUMEN | El curioso caso de Benjamin Button de F. Scott Fitzgerald

  • Writer: todomenosleer
    todomenosleer
  • Jan 16
  • 16 min read


El extraño caso de Benjamin Button (1922) es una obra corta escrita por F. Scott Fitzgerald que explora temas profundos de la vida humana, como la muerte, el envejecimiento, el amor y el destino. La historia cuenta la vida de Benjamin Button, un hombre que nace anciano y va rejuveneciendo con el paso del tiempo, lo que crea un contraste entre su experiencia vital y la de los demás. A través de esta premisa fantástica, Fitzgerald realiza una profunda reflexión sobre el paso del tiempo y la naturaleza del ser humano.


Biografía del autor F. Scott Fitzgerald (click ACÁ)

Análisis del libro (click ACÁ)


El resumen, que hice yo, se los dejo a continuación:


Capítulo 1 

En el año 1860, los señores Button deciden que su primer hijo nacerá en un hospital, lo cual era inusual para la época. Los Button, una familia bien posicionada en Baltimore, están emocionados por la llegada de su primer hijo, y el Sr. Button, nervioso, espera que sea un varón para enviarlo a Yale, como él lo había hecho.

El Sr. Button se levanta temprano un día de septiembre y corre al hospital para saber si su esposa ha dado a luz. En el camino se cruza con el doctor Keene, quien se muestra irritado y responde de manera extraña a las preguntas del Sr. Button. El doctor le dice que vaya a ver por sí mismo lo sucedido, antes de marcharse molesto.

Al llegar al hospital, el Sr. Button se encuentra con una serie de enfermeras que lo miran con sorpresa y miedo. Finalmente, lo llevan a la sala donde está su hijo. Para su asombro, en lugar de un bebé, ve a un anciano de unos 70 años, con barba y cabello blanco, sentado en una cuna. Este hombre anciano, que parece un recién nacido, lo mira y le pregunta si es su padre.

El Sr. Button, confundido, no puede creer lo que está viendo y piensa que es una broma. La enfermera le asegura que ese hombre es su hijo, y el Sr. Button se siente cada vez más incómodo y aterrado. El anciano le habla de manera quejosa, diciendo que el lugar es incómodo y que le gustaría tener una mecedora. El Sr. Button no sabe qué hacer y comienza a preocuparse por lo que la gente pensará si lo ven con un "hijo" tan extraño.

La enfermera insiste en que el Sr. Button debe llevar a su hijo a casa. Aunque el Sr. Button se niega, la enfermera le ordena que lo haga cuanto antes. El anciano sigue hablando, pidiendo un bastón, y el Sr. Button, preocupado, sale del hospital con el anciano, sin saber cómo manejar la situación.


Capítulo 2

En este capítulo, el señor Button va a una tienda de mercería en busca de ropa para su hijo, pero al ser un niño muy grande y con apariencia de anciano, le resulta difícil encontrar algo adecuado. Al principio, le dice al dependiente que su hijo tiene seis horas de nacido, pero luego, al ver que su hijo es tan grande, cambia la edad a dieciséis años. No encuentra ropa adecuada para un niño de su tamaño, y cuando ve un traje en un maniquí, insiste en que lo envuelvan, aunque el dependiente le explica que es un disfraz y no un traje para chicos.

Cuando regresa a la clínica y le da la ropa a su hijo, este se queja del traje ridículo, pero el señor Button lo obliga a ponérselo, incluso amenazándolo. El hijo se viste con ropa de lunares, leotardos rosa y una blusa con cinturón, pero su barba larga y blanca, que el padre corta parcialmente con unas tijeras, no combina en absoluto con el atuendo. A pesar de los esfuerzos del señor Button por mejorar la apariencia de su hijo, el contraste entre el traje alegre y la apariencia de anciano sigue siendo evidente.

Al salir de la sala de los recién nacidos, el hijo le pregunta cómo lo llamarán, y el señor Button, desanimado, le responde que lo llamarán "Matusalén".


Capítulo 3

Después de que el señor Button intentara hacer que su hijo, Benjamin, pareciera un niño normal, con cortes de pelo, tinte de cejas, y ropa de niño, fue imposible que olvidara que su hijo era un triste remedo de primogénito. A pesar de ser un niño de aspecto anciano, Benjamin medía 1,75 metros. La ropa no disimulaba su altura, ni el tinte ocultaba sus ojos apagados. La niñera contratada por los Button, al verlo, abandonó la casa por indignación.

El señor Button, sin embargo, persistió en su creencia de que Benjamin debía ser tratado como un niño. Al principio, le obligó a tomar leche templada, pero luego cedió y le permitió comer pan y mantequilla. Le compró un sonajero e insistió en que debía jugar con él, pero Benjamin lo agitaba de manera aburrida. Un día, el señor Button descubrió que su hijo había fumado habanos, lo que lo sorprendió, pero en lugar de castigarle, le advirtió que el humo frenaba el crecimiento.

El señor Button siguió comprándole juguetes como soldaditos de plomo y animales de trapo, pero Benjamin no los usaba. Prefería leer libros, como la Enciclopedia Británica, mientras sus juguetes quedaban olvidados. A pesar de los esfuerzos del padre, Benjamin no mostraba interés por los juguetes ni por la vida infantil típica, como si estuviera demasiado avanzado para su edad.

La situación de Benjamin causó gran conmoción en Baltimore. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil desvió la atención. La gente intentó consolar a los Button diciendo que su hijo se parecía a su abuelo, lo cual, a pesar de todo, no gustó a los padres ni al abuelo de Benjamin. Mientras tanto, Benjamin se tomó la vida como venía. Intentó jugar con otros niños, aunque no se sentía cómodo con ellos, y se hizo famoso por romper cosas sin querer, lo cual secretamente complacía a su padre.

Benjamin, por su parte, disfrutaba de la compañía de su abuelo, con quien se llevaba muy bien. Pasaban horas conversando como viejos amigos, algo que no ocurría con sus padres, quienes, a pesar de su autoridad, a menudo le trataban de manera distante y reverencial. Benjamin, sorprendido por su condición física y mental, leyó sobre medicina, pero no encontró información sobre su caso. A pesar de los esfuerzos de su padre para que jugara como otros niños, Benjamin se dedicaba a leer y no mostraba interés por los juegos infantiles.

Cuando cumplió cinco años, lo mandaron al parvulario, pero su tendencia a dormirse durante las tareas lo llevó a ser sacado del colegio. Sus padres decían a los demás que Benjamin era demasiado pequeño para la escuela. Para los doce años, ya se habían acostumbrado a tener un hijo diferente, aunque todavía algunas curiosidades les recordaban que no era como los demás.

Un día, después de mirarse al espejo, Benjamin notó que su aspecto había cambiado. Su pelo había perdido el tinte y había adquirido un tono gris. Sus arrugas eran menos notorias y su piel se veía más saludable. Se dio cuenta de que su físico había mejorado y que ya no estaba encorvado. Pensó que podía ser mayor de lo que su padre pensaba. Decidió hablar con su padre y le pidió que le permitiera usar pantalones largos, pero su padre dudó. Después de discutirlo, llegaron a un acuerdo. Benjamin seguiría con el tinte en el pelo, jugaría con los niños de su edad, y no usaría gafas ni bastón, a cambio de recibir permiso para su primer traje con pantalones largos.


Capítulo 4

En los años que transcurrieron entre los doce y los veinte años, Benjamin Button pasó por un proceso de "normal decrecimiento". A los dieciocho años, se encontraba tan erguido como un hombre de cincuenta, con más pelo, de un gris oscuro, y una voz más baja y firme. Su padre lo mandó a Connecticut para que hiciera el examen de ingreso en la Universidad de Yale. Benjamin aprobó el examen y se convirtió en alumno de primer curso.

Sin embargo, tres días después de matricularse, Benjamin recibió una notificación del secretario de la universidad, el señor Hart, para establecer el plan de estudios. Al verse en apuros por no haberse teñido el pelo, fue al encuentro del secretario tal como estaba, sin tintar. El encuentro fue surrealista. El secretario, al ver a Benjamin, lo confundió con el padre del estudiante y le ofreció amablemente la bienvenida, hasta que Benjamin insistió en que era el alumno de primer curso. El secretario, incrédulo, le recordó que según sus registros, el señor Benjamin Button tenía dieciocho años. Benjamin, con algo de vergüenza, afirmó que efectivamente tenía dieciocho años, pero el secretario lo despidió de manera categórica, llamándolo lunático y ordenándole que abandonara la universidad.

A pesar de la negativa, Benjamin se retiró dignamente del despacho. Sin embargo, fue seguido por una multitud de estudiantes, intrigados por lo que había sucedido. La noticia de que un lunático había aprobado el examen de ingreso y pretendía pasar por un joven de dieciocho años corrió rápidamente, causando gran alboroto en la universidad. Los estudiantes se unieron a la multitud, haciendo comentarios burlones y críticas hacia Benjamin.

En su camino hacia la estación de tren, rodeado por la multitud, Benjamin aceleró el paso y se sintió profundamente herido por las burlas. Decidió que iría a Harvard, buscando demostrar que se arrepentirían de sus comentarios. Ya a salvo en el tren, gritó a los estudiantes: "¡Os arrepentiréis!" mientras las risas continuaban desde afuera.

Este episodio se convirtió en el mayor error cometido por la Universidad de Yale, que probablemente nunca olvidaría el suceso.


Capítulo 5

En 1880, Benjamin Button celebró su vigésimo cumpleaños comenzando a trabajar en la empresa de su padre, Roger Button & Company, Ferreteros Mayoristas. Ese mismo año, su padre lo introdujo en la sociedad, llevándolo a algunos bailes elegantes. A pesar de que Benjamin ya no se teñía el pelo, y aunque todavía tenía el cabello canoso, él y su padre parecían casi de la misma edad, como si fueran hermanos.

Una noche, salieron hacia un baile en la casa de campo de los Shevlin, cerca de Baltimore. El aire estaba lleno de la fragancia de flores tardías, y la luna bañaba la carretera con un tono plateado. Mientras viajaban, Roger hablaba sobre el negocio, destacando la vitalidad de los jóvenes y el futuro prometedor que tenían. A medida que se acercaban al baile, el murmullo de la música y el bullicio de los invitados llenaban el aire.

Al llegar, Benjamin vio a una joven dama que captó por completo su atención. Se trataba de Hildegarde Moncrief, la hija del general Moncrief. Fue un amor a primera vista para Benjamin. La joven, con su apariencia frágil, cabello ceniciento y traje de mantilla española, lo dejó cautivado. A pesar de su primera impresión fría, Benjamin pidió a su padre que lo presentara a ella, y finalmente, logró un baile con Hildegarde.

Mientras esperaban su turno, Benjamin observaba con desdén a los jóvenes aristocráticos que rodeaban a Hildegarde, sintiendo celos de su admiración. Sin embargo, en cuanto comenzó a bailar con ella, la ansiedad se desvaneció y se sintió completamente feliz, hechizado por su presencia. Durante la conversación, Hildegarde expresó su preferencia por los hombres de mayor edad, particularmente los de cincuenta años, pues los consideraba más maduros y capaces de apreciar a las mujeres. Para Benjamin, esa era la edad perfecta, y desearía poder tener cincuenta años para estar a la altura de los estándares que ella apreciaba.

El resto de la velada transcurrió entre bailes y conversaciones sobre temas comunes. Hildegarde concedió a Benjamin dos bailes más, y ambos parecían estar completamente de acuerdo en todo. Acordaron salir el domingo en calesa para continuar su charla.

De regreso a casa, justo antes del amanecer, Benjamin comenzó a notar vagamente que su padre seguía hablando de negocios, pero su mente estaba absorta en los recuerdos del baile. Cuando Roger mencionó "pesos", Benjamin respondió distraídamente "besos", lo que confundió a su padre, pero el momento pasó sin mayores consecuencias, mientras el cielo comenzaba a clarear y el día se alzaba en su esplendor.


Capítulo 6

Seis meses después de que se conociera el compromiso entre la señorita Hildegarde Moncrief y el señor Benjamin Button, la noticia causó una gran conmoción en la alta sociedad de Baltimore. La historia del nacimiento de Benjamin, que había sido casi olvidada, volvió a ser difundida de manera escandalosa y exagerada. Se mencionaron versiones inverosímiles, como que Benjamin era el padre de su propio padre, Roger Button, o que había estado en prisión durante cuarenta años, o incluso que era el mismísimo John Wilkes Booth disfrazado. Algunos rumores decían que incluso le crecían cuernos.

Los periódicos de Nueva York se hicieron eco del asunto, publicando ilustraciones absurdas que mostraban la cabeza de Benjamin acoplada a cuerpos de animales como peces o serpientes, o incluso en una estatua de bronce. Se convirtió en una figura famosa, conocida como "El Misterioso Hombre de Maryland". Sin embargo, la verdadera historia de su nacimiento apenas fue mencionada.

A pesar de las protestas del general Moncrief, quien consideraba un crimen que su hija se casara con un hombre de al menos cincuenta años, el señor Roger Button intentó defender la situación publicando el certificado de nacimiento de su hijo en un periódico local. Sin embargo, nadie lo creyó. La evidencia de la apariencia de Benjamin era suficiente para que la sociedad lo rechazara.

Lo único que importaba en este caso eran las dos personas involucradas directamente: Benjamin y Hildegarde. A pesar de los rumores, Hildegarde se negó a creer las historias falsas sobre su prometido. Ni el consejo del general Moncrief, quien le hablaba sobre los riesgos de casarse con un hombre de esa edad, ni sus preocupaciones sobre la estabilidad del negocio de la ferretería al por mayor lograron disuadirla. Hildegarde eligió seguir su corazón y casarse con Benjamin, eligiendo la madurez sobre la juventud. Y así, se casaron, desafiando las expectativas y los prejuicios de la sociedad.


Capítulo 7

Durante los quince años que siguieron a su boda, el negocio de ferretería al por mayor prosperó enormemente, en gran parte gracias al joven Benjamin Button. Entre 1880 y 1895, la fortuna de la familia se duplicó. Aunque los amigos de Hildegarde Moncrief se habían equivocado acerca del negocio, la familia Button encontró éxito y crecimiento, y Baltimore finalmente aceptó a la pareja, incluso el general Moncrief llegó a reconciliarse con su yerno cuando Benjamin financió la publicación de la Historia de la Guerra Civil en treinta volúmenes, que había sido rechazada por varios editores.

El paso del tiempo también trajo cambios notables en Benjamin. Sentía que su vitalidad crecía, se levantaba con energía cada mañana, disfrutaba de sus caminatas por la ciudad y trabajaba sin descanso. En 1890 alcanzó su mayor logro en los negocios, una propuesta que fue aprobada como ley y ahorró a la empresa una gran cantidad de clavos anuales. Además, se sintió atraído por los placeres de la vida y fue el primer hombre en Baltimore en poseer y conducir un automóvil, lo que aumentó su estatus y la envidia de sus contemporáneos.

Sin embargo, a pesar de su éxito y salud renovada, Benjamin comenzó a sentirse distante de su esposa, Hildegarde. Ella, ahora de treinta y cinco años y madre de un hijo, Roscoe, de catorce, ya no le atraía como antes. Con el paso de los años, su aspecto físico y su actitud se habían vuelto más comunes y menos estimulantes. Hildegarde, antaño llena de entusiasmo, se había vuelto más tranquila y menos animada, y Benjamin empezó a sentir una creciente insatisfacción.

Este malestar lo llevó a tomar decisiones impulsivas, y cuando estalló la Guerra Hispano-Norteamericana en 1898, se alistó en el ejército, obteniendo rápidamente el grado de capitán gracias a sus conexiones. Su desempeño fue tan notable que fue ascendido a mayor y luego a teniente coronel, participando en la famosa carga contra la colina de San Juan. Fue herido levemente y recibió una medalla por su valentía. Sin embargo, cuando los negocios lo llamaron de vuelta, tuvo que renunciar a su carrera militar, a pesar de lo mucho que disfrutaba de la vida en el ejército. Fue recibido con una banda de música y escoltado hasta su hogar, pero su descontento en casa persistía.


Capítulo 8

A su regreso a casa, Benjamin se encontró con una Hildegarde que había envejecido de manera visible. Aunque ella aún lo recibió con cariño, él no pudo evitar sentirse profundamente afectado al notar la sombra gris en su cabello, señal de que el paso del tiempo también la había alcanzado. Al mirarse en el espejo, Benjamin se dio cuenta de que él, por el contrario, seguía rejuveneciendo. En lugar de alegrarse, se angustió al ver que su cuerpo parecía estar tomando una edad más joven, lo que le confirmaba que el fenómeno que había comenzado con su nacimiento continuaba.

Trató de aliviar la tensión durante la comida al mencionar que todos decían que parecía más joven que nunca, pero Hildegarde, lejos de alegrarse, rompió a sollozar, acusándolo de no tener amor propio. Benjamin intentó explicarse, pero la conversación fue infructuosa. Las palabras de Hildegarde dejaron claro que había una creciente desconexión entre ellos, y Benjamin comenzó a preguntarse qué había visto en ella en el pasado.

A medida que avanzaba el siglo, Benjamin encontró consuelo en las diversiones y la vida social. Participaba activamente en las fiestas de Baltimore, disfrutando de la compañía de mujeres más jóvenes y bellas, mientras Hildegarde permanecía a un lado, observándolo con desaprobación. Los comentarios de la gente no tardaron en surgir, lamentando que un hombre tan joven estuviera casado con una mujer mucho mayor.

Aunque su vida matrimonial se desmoronaba, las nuevas actividades y el éxito en su vida social daban a Benjamin la satisfacción que le faltaba en casa. Se entregó al golf y al baile, destacándose en diversos estilos de danza. En 1906, era un experto en el boston, y en 1909, su castle walk era la envidia de todos los jóvenes. Mientras tanto, decidió que era el momento de entregar el negocio de la ferretería a su hijo Roscoe, quien había completado sus estudios en Harvard.

Su rejuvenecimiento físico llevó a que a menudo lo confundieran con su hijo, lo cual le causaba cierto placer. Sin embargo, esta satisfacción se veía empañada por el malestar que le causaba estar acompañado de Hildegarde en público. Ella, ahora cercana a los cincuenta años, lo hacía sentir absurdo, y su deseo de mantenerse alejado de ella crecía con cada día que pasaba.


Capítulo 9

En septiembre de 1910, un hombre que aparentaba unos veinte años se matriculó como alumno de primer curso en la Universidad de Harvard. Su entrada a la universidad pasó desapercibida en cuanto a su edad real, pero pronto se destacó gracias a sus impresionantes habilidades deportivas. En un partido contra Yale, marcó un récord al conseguir siete touchdowns y catorce goles de campo, lo que lo convirtió en la sensación del campus. Su éxito en el fútbol le permitió ganar una gran fama en la universidad.

Sin embargo, a medida que avanzaban los años, su rendimiento empezó a declinar. Para su tercer año, su físico se había transformado tanto que ya no parecía el mismo jugador imparable, y aunque seguía siendo parte del equipo, su figura dejó de generar el mismo impacto. En su último año, ni siquiera fue incluido en el equipo, ya que su cuerpo se había vuelto más frágil y delgado. Los compañeros lo veían como un prodigio y empezaron a tratarlo como a un niño, lo que lo sumió en la humillación.

A pesar de ello, terminó sus estudios en 1914 y regresó a Baltimore, donde encontró que su relación con su hijo Roscoe se había enfriado. Roscoe había formado su propia vida, se había casado y se encontraba bien establecido en la sociedad de Baltimore. Ya no parecía tener mucho espacio ni paciencia para su padre, a quien veía como un estorbo. Benjamin se sentía solo, en gran parte acompañado por jóvenes mucho más jóvenes que él, lo que lo llevó a retomar el proyecto de asistir al colegio San Midas, donde pensaba que podría encontrar más compañía acorde a su edad.

Al hablar con Roscoe sobre su deseo de asistir al colegio, Benjamin fue tratado con indiferencia. Roscoe, claramente irritado, le pidió que dejara de comportarse como si fuera un niño, pidiéndole incluso que lo llamara "tío" en lugar de por su nombre de pila, algo que a Benjamin le resultaba doloroso. La conversación terminó con Roscoe dándole la espalda, lo que dejó a Benjamin sumido en una profunda tristeza, consciente de la creciente distancia entre él y su hijo.


Capítulo 10

Después de una amarga discusión con su hijo, Benjamin subió a su dormitorio, donde se quedó observando su rostro en el espejo. No se afeitaba desde hacía meses, y su rostro apenas mostraba alguna pelusilla de barba, algo que ya ni valía la pena tocar. Recordó los días en que su hijo Roscoe había sugerido que usara gafas y una barba postiza para ocultar su apariencia juvenil, pero Benjamin no soportaba esa farsa. Con el tiempo, se sintió más triste y comenzó a leer un libro para niños, aunque su mente seguía ocupada con la guerra que se libraba en Europa. A pesar de su apariencia juvenil, no podía alistarse al ejército por ser demasiado mayor.

Su destino dio un giro inesperado cuando recibió una carta oficial del ejército, que lo nombraba general de brigada. Emocionado, fue a una sastrería para hacerse un uniforme, pero no sin antes ser ridiculizado por un dependiente que le preguntó si quería "jugar a los soldados". A pesar de los obstáculos y la burla, Benjamin se preparó para ir a la guerra y se trasladó en tren a Camp Mosby, en Carolina del Sur, para tomar el mando de su brigada.

Al llegar al campamento, el centinela de guardia lo miró desconcertado por su apariencia de niño disfrazado de general, y cuando Benjamin intentó ordenar con una voz autoritaria, se dio cuenta de que la obediencia no venía de su autoridad, sino de un coronel de artillería que se acercaba a caballo. El coronel, al leer el nombramiento de Benjamin, lo interrogó desconcertado sobre su origen y la validez de su carta. Benjamin, indignado, le insistió que lo había recibido del Gobierno.

Días después, el coronel lo acompañó al puesto de mando, donde Benjamin se prometió vengarse de la humillación sufrida. Sin embargo, la venganza que esperaba no llegó a materializarse. En su lugar, Roscoe apareció inesperadamente en el campamento, visiblemente molesto por el viaje y escoltó a su padre de regreso a casa, dejando atrás la fantasía de la gloria militar que Benjamin había intentado alcanzar.


Capítulo 11

En 1920, el primer hijo de Roscoe Button nació, y durante las celebraciones, la familia ignoró la presencia de un extraño niño jugando con juguetes, que en realidad era el propio abuelo del recién nacido. Benjamin, a pesar de su juventud aparente, no era percibido como una anomalía, pero para su hijo Roscoe, la situación era una fuente constante de incomodidad. Roscoe veía el comportamiento de su padre como algo absurdo, algo que no aportaba ninguna utilidad, y su frustración crecía al pensar en ello.

Cinco años después, el hijo de Roscoe y Benjamin comenzaban a pasar tiempo juntos. El niño de Roscoe crecía lo suficiente como para jugar en el parvulario, mientras que Benjamin seguía en el mismo lugar, sumido en una infantil felicidad, disfrutando de juegos sencillos como hacer dibujos con tiras de papel. Sin embargo, Benjamin no lograba comprender por completo el mundo que lo rodeaba. A veces, cuando otros niños hablaban de lo que harían cuando fueran grandes, Benjamin experimentaba una vaga sensación de que esas experiencias nunca serían las suyas.

Con el paso del tiempo, Benjamin fue incapaz de entender el propósito de los juegos infantiles, y las maestras y su niñera, Nana, comenzaron a ocupar el centro de su mundo. Nana lo llevaba a paseos, le enseñaba palabras y lo cuidaba con ternura. A pesar de la alegría superficial de su niñez, Benjamin no recordaba más que fragmentos de su pasado: su juventud universitaria, la guerra, su matrimonio y los momentos en los que, de niño, compartía la calma de las noches con su abuelo. Todo eso se desvaneció en su memoria, transformándose en simples imágenes lejanas, como si nunca hubiera existido.

A medida que Benjamin avanzaba en su juventud, el paso de los años, las responsabilidades y la historia se difuminaron en su mente, dejándolo atrapado en una especie de presente eterno, donde los recuerdos ya no tenían cabida. Su vida pasada, con todos sus momentos significativos, se disolvió lentamente hasta desaparecer por completo.


Aunque El curioso caso de Benjamin Button fue adaptado al cine en 2008 bajo la dirección de David Fincher, es importante señalar que la película toma la premisa básica del relato de F. Scott Fitzgerald, pero se distancia considerablemente del original. Mientras el libro es un relato corto con un tono satírico que explora las complicaciones sociales y familiares de vivir una vida "al revés," la película expande la historia hacia un drama romántico y melancólico. Con nuevos personajes y una profunda reflexión sobre el paso del tiempo y las relaciones humanas, la película se convierte en una experiencia distinta que no busca ser una adaptación fiel, sino una reinterpretación más emocional y filosófica.

Aquí, el trailer:



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